Tuesday, December 13, 2005

Toledo Nobel que no es un Nobel

Toledo
Nobel que no es un Nobel
perorata con perplejo

Edgar Saavedra

“Es ya un Premio Nobel. Lo acompaña un cortejo ruidoso de brillantes lugares comunes, sonoridades verbales, barrocas descripciones y estudiadas honduras casualmente orientadas siempre de acuerdo con la dirección de los vientos de mayor fuerza; y lo impulsan oleadas constantes de bien atendida propaganda periodística. Ninguna otra cosa le hace falta”.
(Lazo, Raimundo. Memorias y testimonios de algo de lo vivido. México: Porrúa, 1969)

Efusivo y al borde de las lágrimas el pintor más más de todos los pintores de México, Francisco Toledo, recibía con un abrazo a los amigos y extraños que se dieron cita en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) para celebrar su otorgamiento del “Nobel Alternativo”. El premio cuyo valor propiamente simbólico (la categoría que es remunerada se repartió entre otros ganadores que se adjudicaron casi 300 mil dólares) fue celebrado inmediatamente por la grey intelectual de México incluyendo a la abuela más crítica de arte que cualquiera, Raquel Tibol. La presencia de Toledo –dijo en alusión– como un artista de trascendencia nacional e internacional que no ha tenido el egoísmo de hacer la influencia transitiva de su valor como artista. Y como el reportero no entendió esta prosa salvaje y circunspecta, ella pasó a explicar: “Es decir, el hecho de que un creador con un valor equis (sic) reconocido a escala mundial radique en su ciudad, y desde allí haga muy extensiva su acción, me parece que habla de una falta total de egoísmo de su parte”.
Previo a la apoteosis ese día circularon rápidamente dos correos electrónicos provenientes uno del Museo de Arte Contemporáneo (MACO) --que se trató de una broma bastante estúpida pero que cumple a pie juntillas la máxima: de broma en broma la verdad asoma-- que invitaba a una reunión dónde Toledo se retiraría de las actividades culturales, y otro del IAGO que pedía a todos traer comida y cervezas, las que aprovechó con júbilo Natalia, la poetisa hija del maestro. La mayoría de los asistentes desconocían una hora antes del jolgorio la absoluta existencia de ese raro Nobel que no era un Nobel pero sí muy alternativo. La prensa nacional se apresuró como es costumbre a dar explicaciones y significados y a iluminarnos sobre esas cosas extrañas que suceden en el mundo (imagínese a la diva de arte y cultura Merry MacMaster llegando a tropezones y codazos a su cubículo en La Jornada para dar el notición). En Oaxaca, también, como es costumbre, la noticia fue de segunda plana y los diarios locales le restaron importancia salvo El gráfico que publicó la noticia a ocho columnas. Es probable que los editores de periódicos locales pensaran que un nobel alternativo es un nobel alternativo es... ¿Es como hablar de arieles en vez de oscares?

De los apócrifos y el ogro benefactor

En realidad, y como finalmente la mayoría de los medios corregían más adelante, se trataba del Premio al Correcto Modo de Vida (Right Livelihood Award) “instituido en 1980 por el escritor y ex eurodiputado sueco alemán Jakob von Uexkull”. Restringido –sólo se ha distinguido a unas 100 personas de 50 países– y considerado la antesala del Nobel de la Paz (en las antesalas se aprende a perder la esperanza) el premio europeo le servirá al juchiteco (como de alguna forma ya lo anticipó) para hacer el paripé y darle tono a su figura política de influencia y poder en la sociedad. Sociedad que necesita un Toledo para que le devuelvan sus bancas de hierro forjado al tristemente Zócalo y pueda comer hamburguesas –paradigmáticas del imperialismo– en un mall fuera del Centro Histórico. Sociedad acostumbrada a vivir bajo la sombra de un caudillo y de hampones políticos que le aticen en el lomo su condición de enjambre; pueblo que necesita de un organismo de “gran autoridad moral” como Pro-Oax que polarice la lucha de todas las percepciones y sus consecuencias sociales. Como esa feligresía de pedigrí que se hinca ante el de la sotana que bebe vino tinto en los intramuros de una sucursal barroquísima de Babilonia la Grande, el dragón protoplasmático gusta de pleitesía que infle su enorme mitología universal. Por eso no aguantó mucho tiempo en California, pues en aquel país xenófobo podía ser un genio pero tampoco dejaría de ser un simple indio con virtudes. Toledo regresó a Oaxaca determinado más que nunca a explotar su don para el caciquismo en toda actividad cultural. Desde entonces es pan ácimo para muchos; para otros, un ser caritativo que regresa cada día a su habitación cansado pero orgulloso de luchar por el prójimo y que antes de dormir lee sobre el dintel de su puerta la frase xilográfica y temible de Ciorán: “Amar al prójimo es algo inconcebible. ¿Acaso se le pide a un virus que ame a otro virus?”.
Dos cosas son incuestionables: la vanidad del creador y que el patronato ha logrado lo que los dormilones no. Ahora, nuevamente se tiende con el Right Livelihood 2005 una alfombra mágica que permitirá un vuelo de equilibrio de los sinsentidos. Los detractores de Toledo (que son muchos más de los que imaginamos) reculan ante el paso del “filántropo comunitario” cuya flauta atrae a personajes de todos los calibres –aunque carece del poder suficiente de limpiar de ratas la ciudad– para celebrar una fiesta que no deja ser bizarra.

El gusto de la paráfrasis de un jugador de ajedrez

Admirador de Kafka (su más reciente exposición fue una carpeta de grabados titulada Un informe para una academia inspirada en el autor alemán) Francisco Toledo tiene que ver mucho con la burocracia y su febrícula dentro de sus propios recintos. Quita y pone a sus peones (el anterior director del IAGO renunció y ahora hay un “encargado”); mueve sus torres al antojo (su casa anterior es ahora el Centro Fotográfico Álvarez Bravo y él se fue a vivir donde anteriormente estaba también la biblioteca para ciegos); le gusta salir en portada con los “reyes” de la tierra (digamos que el gobernador la hace del escarabajo patas para arriba de La Metamorfosis: “Tiene razón [Toledo] en ese asunto” admitió cuando el affaire sobre el regreso las bancas). Al cierre de esta edición ya había despedido al “encargado” de la videoteca el Pochote e instalado a otra “encargada”. En conclusión: pocos son los felices al lado de semejante leviatán que celebra con culebrón mezcalero, quizás el bibliotecario Omar Fabián y el nuevo alfeñique entrevistador, Alonso Orihuela, hablando de los menores. De la prosapia mayor... mejor saldré a escupir afuera...
(©al día)

Las manías del ditirambo

Eddie Martínez
Las manías del ditirambo

Edgar Saavedra

Para Folé
I
Para los críticos aficionados a las transpolaciones mitológicas, Eddy Martínez nunca habría bajado de la barcarola de Dante, a pesar de la marejada que los demonios provocan en la calesa posmoderna. Ahora que los infiernos son opcionales hay que preguntarse: ¿puede el caudal imaginario de los pueblos reconvertirse en expresiones subjetivas donde las analogías determinen el pretexto del autor para elaborarse un estilo? ¿Que tienen que ver las divagaciones artísticas con la patria del creador? Si hacemos un recuento visual de la pintura actual oaxaqueña se encontraría que muchos de los pintores, en efecto, utilizan el remanente místico de los “ancestros” para elaborar sus obras.
Pero... ¡oh! ¡sorpresa! esto se vende bien, no importa que en la sala de los coleccionistas cuelguen sapos amórficos que eyaculan frijoles (Toledo); seudo personajes circenses en fondo azul y superficie pastosa que logran una perfecta indigestión visual (Sergio Hernández); criaturas inverosímiles con la risita del idiota --paralelo de otro fetiche de gran éxito, a saber, el payaso llorón— (Rolando Rojas, Guillermo Pacheco, Ixrael Montes, etc.) La vendimia folclórica es hoy una muralla verde (“In god we trust” dice el graffiti de su nómina) que ni los trompeteros de Jericó podrán derrumbar. En el camino –es decir, en el contexto temporal– se ha sufrido de una metamorfosis que en muchos casos favorece la trayectoria individual, pero en otros se erige la impostura que empaña la noción en el contexto crítico, si acaso hay alguno. Los dos resultados son fomentados por el llamado mercado del arte donde institución pública y galería privada son uno y lo mismo en cuanto a inflar héroes instantáneos del arte y enriquecer lo que un personaje de la novela Paradiso llamó la imagen de concepto, y el bolsillo de la cofradía, desde luego.
El mismo binomio se puede definir técnicamente así: indagaciones introspectivas y plusvalía. Uno es un recuento sustentador que permite otorgar sentido y significado a la obra –pulso argumental de la dimensión estética–, y lo otro son valores y divisas. Ambos son necesarios para comercio y consumo del arte. Se vive y se crea con justificación. Una falacia.

II
En el campo artístico siempre ha prevalecido una larga vena de misticismo intelectual, esa misma que transporta la obsesión del verbo y la perorata. Sucede pues, que alguna galería contrata a un literato o crítico para escribir el texto de catálogo de cierto pintor, quizás emergente. Si el artista es de provincia inmediatamente se caerá en el vicio de atribuirle cosmogonías, geografías mágicas, virtudes de “una rana de oro que lanza bocanadas de rocío”. Hay un regocijo de grey cuando el dador de elogios arroja el gajo de bellotas a la piara de cerdos (galerista, pintor, museos y encargados de ellos (en Oaxaca está de moda), público, adquisidor, periodistas, etcétera.) Este festín podría titularse “La glotonería de los inmundos” y podría pintarlo algún maestro borrachón de la plazoleta del arte.
Los profesionales de la lisonja simulan entender el tedio vital de los verdaderos creadores. Así pues, punto de partida: nada. A Eddie Martínez hay que conocerlo (bajo la advertencia del patriarca chileno: conocer no es entender) no hurgando en los mercados del istmo tan olorosos a pescado putrefacto, ni en el crucigrama hedonista de las cantinas que proveen, no obstante, algunos referentes iconográficos a su obra; no en la cornucopia que atiza de colores voluminosos el diablillo hemorroidal y simplón que tiene rostro de hombre a veces y otras doble cabeza de arpía (adivina adivinador).
Como bien apunta Jaime Moreno Villarreal en el ensayo El trato con el enigma sobre la exposición de Martínez en 2005 en la galería Punto y línea (titulada Recuento de fisuras): “El trato con el enigma es muy íntimo[...]según cada historia personal”. Este puede ser un eje de entendimiento o negación. Si ambos, mejor. El autor nuestro no es un prototipo insigne de las genealogías istmeñas, más bien, es un campesino urbanita entregado al oficio. Agua de la memoria corre en sus óleos, es verdad. También un gesto de ingenuidad y sorpresa ante lo que parece una instalación: una vidriera de objetos sensuales, extraños e inútiles pero vehículo analógico entre la provincia y la ciudad cosmopolita (me refiero a la obra Vidriera en San Francisco). Para el artista, ¿el objeto contemporáneo es un pretexto metafórico que determina los nuevos lenguajes subversivos o un símbolo llano de la decadencia? ¿Las cosas, los artículos, el cúmulo de ellos se trasforma bajo el arbitrio del artista en abstracción y conglomeración de lecturas y significados? ¿Tiene todo esto algún sentido con el devenir histórico del mundo? Si Leonardo quedó apabullado por un garbanzo y Velásquez con un loco apodado El calabaza, ¿cómo contribuyeron tales manías domesticadas (manía: “locura parcial en la que obsede la imaginación una idea fija”) a la “trascendencia del arte”? ¿Necesitan tales por igual las manías de la retórica y su hojarasca decorativa para el juego del ditirambo? Entonces Eddie Martínez debe estar más allá de los discursos tautológicos de la fábrica moderna de ensayos e idolatrías.
Ubicado en la más ambigua corriente del tiempo –tercer milenio, cambalache– no por decisión sino por circunstancia, el pintor sabe que los simples hombres seguimos “atados a realidades visibles”, a los signos de pertenencia, a la militia y los corrillos, y nos ofrece el elemento sustraído del mundo para vaciarlo a otro mundo como un cántaro de sueños sucesivos. La tela es el soporte de lo sobrenatural, y ¿qué es esto? Respuesta: “La penetración de la imagen en la naturaleza engendra la sobrenaturaleza”, porqué “como la verdadera naturaleza se ha perdido, todo puede ser naturaleza”. Ejemplos: Jaguar que mama leche lunar para convertirse en hombre; puñales en vilo, alfil en el acto de caer, maguey de la ambrosia, magueyes, cangrejos carmesí... la imagen colocada en el sitio de la naturaleza, “y frente al pesimismo de la naturaleza perdida, la invencible alegría en el hombre de la imagen reconstruida”.
Paradoja absoluta: ningún cuadro de Martínez se aposenta sobre la tierra, sobrevuelan todos los argumentos en un vórtice al despertar metálico del gallo. Se disponen como en los vértigos espontáneos de un mortal desmayo. Madre de todas las contradicciones.

III
¿A qué huele la noche donde los olores todos son pardos? Los cuadros de Eddy dejan un bouquet de almizcle sexual, huelen a nectarinas, ¿en algunos se ha atrevido a mezclar óleo con mezcal?. Muele marfil con barajas usadas, vidrio molido para una sopa de caballo metafísico. La redondez de unas tetas [obra gráfica/ sin título, 2003] nos invitan a exprimirles una taza de chocolate. Luego el piafar estático de Pegaso como una provocación para consultar a la hechicera. Todo gira como un doble reloj, es un trance a la manera del amok de los malayos, un acceso de locura furiosa, solo que en vahído controlado. [Anuncio: “Se le regalará un cuadro al que logre pescar del gaznate a un gallo onírico y burlón. Favor de comunicarse con el autor] ¿Qué sucede a las 2:32 a.m. en Reposo en la canícula? El cerdo está dividido y los cubiertos a la mesa. La semilla de frijol rojo como rasgo constante es un perplejo que profetiza la.... y el gato-jaguar está orinando un torrente de agua que beberás como una ofrenda amarga, vivificadora; es beber sangre invisible, sentir que el viento dice en el silbido “¿por qué habré venido esta noche?”. Hace frío aquí, el murmullo del agua golpeando la barca y el rezo de Virgilio: huían las tinieblas por doquiera y con ellas mi sueño. Levanteme y a mis maestros vi ya levantados.
Continuará... por decirlo así.
©mujeres


Si Felipe Morales volviera del medioevo y le pidieran fabricar algún instrumentos de pena capital de los usados en la inquisición optaría por hacer los “Collares para vagos y para renitentes a misas”, o el “Cinturón de San Telmo”; en cambio Eddie podría realizar una serie de “El violón de las comadres” con la variedad que su manufactura favorecería menos el abuso físico por una saturación sugestiva de símbolos.

El amok de los malayos: accesos de locura furiosa

El realismo mágico de los oaxaqueños es su mentira poética

Ludópata de paisajes imposibles

F u l g e n c i o L a z o
Ludópata
de paisajes imposibles

Edgar Saavedra

para Marcelo Kroch
Simbiosis y reiteraciones para el escape es el primer concepto que se me ocurre ante el trabajo de Fulgencio Lazo. Sucede que la pintura actual oaxaqueña desemboca en una diáspora por fortuna irreversible. Insistencia y resistencia es entonces la otra cara de la moneda. El individuo es muchos individuos y cada uno se urdimbra en el caudal imaginario. Y este se arrostra o se potencializa en el creador. Si el misterio del arte es la interlocución a través de la cual el artista hace aportaciones de valores estéticos –y por ende, espirituales—para una o siete generaciones, es posible dilucidar una deducción genérica: el arte no ha contribuido para la supervivencia del más apto pero sin él seriamos un caracol sin animálculo.

Oaxaca, contrario al mal ávido cliché que insiste en inflar el sapo de la magia colorinche y mercantil, es un lugar donde se está generando un importante movimiento artístico que sobresale de manera ambivalente en la plástica. Como en un rompecabezas imposible existen en éste piezas extraviadas para siempre y grupos en conciliábulo con el ogro protoplasmático. Sociedades, facciones e individuos en el mercado más invisible y subjetivo. Los autores independientes –en el más amplio sentido de la expresión– son apenas una veintena entre la fauna pululosa; la crítica es tibia e incolora; las instituciones están sumergidas en un remolino de estupidez criolla y miopía sin prejuicios. Es extraño que en este caldo de cultivo no halla surgido un Banksy que ataque las fibras más sensibles de este jardín donde pasta Herodes con sus brujas.

Algunos pintores contradicen los vientos del nigromante y hallan el regocijo en la exploración misma de la creación argumental bajo cualquier geografía. Esta es una segunda percepción que genera la obra actual de Lazo. La simbiosis, o mejor, la simbionte... producto y placer que se bifurca y que de un golpe poderoso, sutil, vuelve a encontrar su génesis. Un pedazo de tierra que habla, parpadea, se transforma en rito y gestualidad. De Seattle a la Sierra Zapoteca hay un puente sin exilio ni soledad oscura: es la parafernalia oaxaqueña: máscara en intrincada cofradía: color nuclear que asiste una explosión y manda a los muertos por un litro de mezcal y pólvora. Las margaritas son hélices que dispersan el sueño. Los faroles que no lo son tampoco alumbran e insisten que se quedan. Un día va a suceder que Fulgencio se levante y sus máscaras hayan sido dispersadas por otra golosina intelectual; en brizna fundamental, vi-da-tri-bal contra el embudo de la neurosis posmoderna y “los fetiches del racionalismo”. ¡Préstame tus ojos y tu cuerpo, muéveme “con ese entusiasmo visual, ese deleite incalculable de revolcar la retina sobre paisajes no vistos aun”!...

En uno de los testimonios más congruentes sobre la profundidad del carácter mexicano Carlos Fuentes dice que “el gran desafío del mundo indígena consiste en obligarnos a dudar sobre la perfección, la perennidad y la inteligencia de ese progreso que, como dijo Pascal, siempre termina por devorar cuanto crea”. Todo mexicano fuera de su territorio es un verdadero cónsul honorario, no a la manera inocua o suspicaz del sistema de cosas político, sino como representante de cosmogonías. Así Fulgencio navega alrededor de las peripecias del ajo, el pan y lo instantáneo. Mitologías xenofóbicas versus mitologemas matriarcales. Contra la ciudad inverosímil y sombría un color capaz de despertarnos la perspicacia y el humor, un papalote que-llama-los-rayos. Agua quemada, paraguas y barquitos sin Virgilio. Sube nagual, sube Xochipilli, incorpórate, transfigúrate en el cuadro, atiza la enjundia, gira en la calesa, calesita. Los dioses de la memoria juegan a embadurnarse en la hora buena: tiro lo tiro tiro liro liro...

Todo pintor –porque este es el caso– sufre la temible interrogante de El Espectador: ¿Quién no se ha sorprendido alguna vez tomando el pulso a la vida y no hallándolo? ¿Quién no ha sentido en ocasiones vacío el orbe de justificación? Y mejor que una razón es la sugestión de las respuestas. Cada uno va padeciendo el caprichoso flujo de la felicidad
–¿acaso no el fin último de la creación?– según el grado de sus realizaciones. Algunos logran la plusvalía pero en la carencia creativa adjuntan la consulta psicoanalítica. Puro cascarón. La insistencia y la reiteración de elementos folclóricos en Lazo sugieren una adhesión sin espasmos a su remanente telúrico. Contra el abismo de la nada un vértice de ficciones. El corazón en un puño y luego explosión pirotécnica en el lienzo que debe sorprender a los babilónicos anglosajones. El ocre, ¿por qué el ocre con tanta insistencia? Se pregunta uno de ellos. El cuadro le responde: el ocre para la ocredad. Y entonces se revuelcan en la intriga y la ñañara. ¿Y tus colores son los colores de tu pueblo? Pregunta una aficionada al gonzo. Entonces tú respondes con una cita académica: “Los ojos permiten que nos veamos a todo color, aunque la visión en color no es esencial para la vida”.

“El arte es un vehículo cognitivo –dice Miguel Ángel Muñoz en El espacio invisible– desde donde se establecen vínculos comprensibles para la interpretación de un mundo oculto a la razón cotidiana, y que solo en la arquitectura soterrada de los sentimientos latentes halla expresión y sentido”. Leo y veo; estoy en la sala observando la exposición última de Fulgencio: sólo la contradicción es una certeza, no hay fondo sólido donde hincar el ancla. El asombro no pide una razón aunque ésta merodee. Es como un largo sueño invernal dónde el difunto ya no se pregunta qué es lo que es ni qué hora es en la historia del mundo. Nuestra hora no coincide nunca con la hora de los otros. La retórica interpelada desde la obra de Lazo es el naipe extraviado en la neblina serrana. Ambigüedad del caótico arcoiris.

Epílogo
En el ensayo Caligrafía de la memoria sobre la obra de Lazo se apuntaba el logro técnico del pintor mexicano. Esta observación consiste básicamente en la aplicación del color sobre el lienzo para luego figurar los motivos que integran la composición, como quien dibuja con una quilla su rúbrica en el agua sólo que ésta permanece sumergida en el color. La abstracción como fuente y resultado es festejo técnico y posibilidad de regeneración. Sea para adquirirlo o bien para una observación pasajera el trabajo de Fulgencio es un intersticio en el gozo esporádico que promueve el arte en cuanto a sentido y justificación.
Más allá del río hay alguien que pinta para todos “a condición que todos sean unos cuantos”. (©al día)

APÓSTOL DE LOS INCENDIOS

APÓSTOL DE LOS INCENDIOS
[Nicéforo Urbieta contra el espejo humeante]



También la Coatlicue ofrece corazones rojos
en pleno invierno, igual que tú, Lupita, corazones.
Carlos Fuentes / Tiempo mexicano

Edgar Saavedra

El verbo hiperbólico
Lecumberri: dos mil ciento sesenta días adentro; luego, desapariciones y apariciones; después un secuestro y el incendio de una casa. Raigambre de lentejuelas y sangre: sobrevivencia, instinto, impostura, creación, incertidumbres, visceralidad, simulacros de pólvora, derivaciones, espacios en blanco aun no escritos y, otra vez: sobrevivencia, instinto... como un molino chino de oración donde los ciclos se repiten hasta llegar al borbotón fundamental: renacer de la pavesa y lo que es más: hacerle un cuento a la muerte. Como una flor un cuento es...
“En el sitio en que se reflexiona” –como le llaman sus paisanos a la cárcel– Urbieta tuvo tiempo para conjeturar en provocaciones que vendrían años después, por eso se antoja pensar que Nicéforo es como un personaje de ficción y artificios semejante a un Sísifo demencial que sólo habita esporádicamente los escenarios comunes, y luego, otra vez, se re-crea en un subibaja sin cesar. Las ocurrencias geniales son tópicos que se desdoblan cada tanto de años; no es lo circular mitológico sino la espiral sin gravedad entre difuminaciones y un colibrí caído con las alas carbonizadas. La ceniza y el polvo y el espejo, el humo. La nada, el ser. En las almas de los mexicanos, dice Carlos Fuentes, sembró Quetzalcóatl una infinita sospecha circular.

Contra/argumentos
La experiencia vivencial, —y la mejor es aquella que viene contracorriente—suele dibujar una línea imperceptible entre el desequilibrio y los desenlaces creativos. Hablamos de pintores. Algunos extravían el sentido común (el ya menos común de los sentidos) entre óleos, pinceles y una lengua dogal. Son los que no sobreviven al aguarrás del tiempo. Honraremos su memoria con escupidillos sobre su tumba. Otros se dejan llevar por la expectación junto a unos espectadores que se van desdibujando en la asedia y el hartazgo. El arte de estos es un animal fantástico que muerde sin dientes su propia cola. Polvorín que se desvanece y sólo resucita en eufemismos dialécticos.
A Nicéforo poco se le ha tomado en cuenta en su lucha por vencer al dragón decimonónico (de estos hay dos o tres y viven adheridos al inconsciente inconsecuente colectivo). No obstante, su ideas, cercanas a la hilaridad e indiferentes para muchos, poseen un sustantivo pertinaz. Igualmente metafórico: ¿quién puede ser vencido cuando es alimentado con La Teta de María Sánchez?
Nadie sabe con precisión, y no importa, en qué momento a Urbieta se le ocurrió desarrollar el concepto de “pensamiento visual”. Como proposición antropológica –o conceptualización semiótica—permite varias lecturas, algunas desde la óptica cientificista relacionadas con el lenguaje y el estudio profundo de la imagen visual. Sin embargo, su exposición es por el propio Urbieta ambigua, y resulta una pretensión eclipsada por las nuevas tendencias de la cultura visual monopolizada bajo los parámetros de la “iglesia eléctrica” y las modas globales de percepción estética. No hay institución local que pueda sustentar las inventivas prácticas del maestro, obligado entonces, a replegarse a las reservas espirituales de un pueblo “donde vive un loco” afortunado.

Proposiciones (coincidencias y divergencias) de los Pensamientos Visuales
Los geniales disparates dependen de en qué país surjan y quien pueda respaldarlos, porque similares a las ideas del Pensamiento Visual son los Estudios Visuales que la investigadora española Anna María Guash promueve a través de disertaciones especiales. Esta mujer, crítica de arte del periódico español ABC,“considera que el cambio que necesita la historia del arte debe provenir de los Estudios Visuales, que suponen descualificar la palabra arte en beneficio de la imagen visual, para después desplazar la historia, ya no hablaría –dice– tanto de historia del arte sino de cultura de los visual”. La semejanza con las concepciones de Urbieta son interesantes, pues ésta habla de una consideración de la imagen como una portadora de contenidos que está inmersa en un contexto social. A su vez, en lo que el pintor oaxaqueño ha llamado Recuperación de la Cosmovisión Zapoteca, refiere que “las comunidades indígenas son una reserva de imágenes visuales, olfativas, gustativas y corporales”. Las supersticiones y la magia –que no realismo mágico– son de igual forma venas latentes promovidas por los propios habitantes, por eso Matlazihuatl, cuenta Nicéforo, se vengó de una mujer luego de que ésta cortó un árbol frecuentado por las brujas, allá en su pueblo natal, Zagache.
La analogía dentro de su decurso natural vuelve a sorprender, salvando los matices, claro, de esa espiritualidad compleja de nuestros pueblos, con la intelectualidad formativa de los Estudios Visuales compuestos de dos factores: “Atrás de toda imagen siempre está un poder y, el segundo, los Estudios Visuales hacen recorridos transversales que como rizomas (raíces) se ramifican entre las disciplinas, permitiendo entender las imágenes visuales”. Pero esto es sólo una concentración de ideas para alguien que bien pudiera no estar enterado de ello, para un personaje que ha dicho que “pintar es arriesgar” mientras se nutre de un maná colectivo llamado Los sudores de la Casa del Rayo.

Circunstancias y posibilidades de correspondencia
Las primeras (las circunstancias) suceden más o menos controladas, dependen, en todo caso, de individuos, grupos y jerarquías; también de casualidades, sucesos fortuitos, de “relaciones” sociales atípicas y, a veces, de manías incomprensibles del carácter. Influyen en este caso más los signos de pertenencia mientras que el talento no es imprescindible. Las correspondencias suelen ser una trascendencia de los primeros factores. Se pudiera decir también que se aúnan a estos criterios la construcción argumental proveniente de todas las marchantas posibles (críticos, editoriales, instituciones, Estado, mecenas, coleccionistas, etc). El artista entra en contacto por inercia, a empujones o deliberadamente, con las galerías y el hábitat de un mundo nuevamente fantástico y devorador, siempre sutil, grotesco, arrogante y, en lo sumo posible, arbitrario. Bajo los parámetros del zig-zag ¿dónde se ubica al autor y su obra, quién es, pues, Nicéforo Urbieta?
Para los lectores oaxaqueños no son necesarios estos datos, no obstante, del archivo curricular se podrían tomar algunas referencias, definiciones e impresiones para los extraviados flotantes; por ejemplo, que el pintor oaxaqueño permite “asimilar la pluralidad como parte esencial de sus creaciones (bocetos de arte abstracto con destellos figurativos)”. Apunto esta efeméride: “Urbieta es un creador que frente a la adversidad resurge, supera un encarcelamiento y el incendio de su casa”. Este otro elogio de un escritor venido a menos, Macario Matus: “En Urbieta [...] hay un erotismo sublimado y a la vez fuerte, que asimismo está a flor de piel en el ambiente, en las mujeres y en los cerros que son puntas o senos y cosenos (sic) femeninos”. De una revista francesa la siguiente expresión: Meme le travail artistique en marge, en rupture radicale, d´un Nicéforo Urbieta, Indien zapotéque trouve malgré tout á s´exprimer”. “Nicéforo Urbieta es un hombre de paz” dijo en su momento Francisco Toledo durante aquel famoso secuestro del pintor que fue también huésped del Palacio Negro. Por último esta autodefinición: “soy un investigador que habita un cuerpo de pintor”.
(©mujeres)

Apuntes a En Tiempos de Penuria

Libro de Jorge Pech Casanova
En tiempos de penuria
Elogios ambiguos

I.¿Qué pudiera decir –con sus elucubraciones de cubículo– un burócrata como Víctor Armando Cruz Chávez sobre el libro de Pech Casanova? ¿Deberían elogiarse los libros?
¿Cuáles son la razones de levantar a su alrededor murallas como si posibles asesinos virtuales intentaran despedazarlos? ¿Es fundamental para qué enigmas esgrimir sus cualidades, virtudes o defectos? ¿Para qué sirve la argumental lisonja, casi esquizofrénica de Leonardo da Jandra? ¿En el fondo, en su íntima congruencia, cuál será su verdadero dicho? ¿Los jóvenes ejecutivos de Editorial Almadía, que son asimismo consejo selector, justifican de verdad sus objetivos editoriales? ¿O solo es una ocurrencia de gusto literario, o mejor, son víctimas de sus ex profesores de literatura? ¿De verdad pretenden la arrogancia de implementar sus ediciones como libros de texto? ¿Por qué no lanzaron una convocatoria para conocer el panorama literario local o nacional que permitiera en consecuencia hacer un ejercicio editorial con criterios de selección más genuinos? ¿Cuál es la garantía de que sus libros no formaran parte de esa entidad necrótica que son las bibliotecas? ¿Quién de verdad lee, quién, quién, quién...?
II. “No dudo que será un intento fallido” dijo en algún momento y con estoica resignación Jorge Pech Casanova cuando la Editorial Almadía presentó su libro En tiempos de penuria, el primero de la casa editora, con un tiraje de mil ejemplares. Se refería desde luego a las utópicas consecuencias que se esperan del lector ante un libro de ensayos genéricos. La frase “un intento fallido” revela la naturaleza de toda premonición. Lo incierto es la certeza más congruente posible. Los muchachos de Almadía hablaron del apego a la estricta calidad, lo que de forma inversa quiere decir desapego de toda estrategia didáctica.
III. Si la vida misma ha sido un milenario laboratorio de atrocidades, ¿pudiera una serie de reflexiones, más bien literarias, inducirnos a recapacitar sobre el destino de la humanidad? ¿Qué papel podríamos jugar de manera significativa y preponderante para detener esta desgracia inexorable? En tiempos de penuria es recuento intelectual de impresiones morales, condicionado afortunadamente por las formalidades del lenguaje (aludiendo al comentario de contraportada de Fernando Solana, como si de un escritor se esperara una opción menos rigurosa), y que apenas introduce nos revela que un desaliento más allá de cualquier concepción será el leitmotiv hasta la última palabra. Digo morales por que me opongo al detrimento de catalogar al libro como uno de reflexiones semi filosóficas, es decir, un compendio de interpretaciones espermólogas*. Moral, también, por que denota una sensibilidad humana a la verdad dramática de las cosas y los acontecimientos. El libro es una recopilación de artículos que seguramente envejecían en el escritorio de Pech. Datan de 1993 hasta 2003. Diversos temas son analizados a través del ensayo crítico pero nada peligroso de Jorge. Pone en tela de juicio fenómenos mundiales como la percepción del futuro, el milenarismo, las nuevas idolatrías, las corrupciones inducidas del juicio colectivo (Dios es una pelota de fut-bol, escribe en Novedad de la patria) y cosas por el estilo. También ofrece (¿acaso los escritores no son parecidos a las marchantas?) algunos ejercicios de admiración sobre escritores o artistas como Huxley, Borges, Chirico e incluso de un intrascendente Rubén Medina. Penetra a través de una escritura de interpolación e interpretación en los eventos grotescos de Nueva York y sus poderosos aviones islámicos. Y con discreción para no interrumpir su periplo cosmopolita dedica algunas ideas a la tribu: En Oaxaca la artesanía es “un sueño modelado a mano limpia, y una destreza misteriosa”. De todos modos una sutil indiferencia, algo así como “no tengo más que agregar” se respira en relación a toda circunstancia local.
En los últimos ensayos Pech intenta atenuar los vatinicios ya disparados con una falacia a la que agrega la hojarasca de la explicación: la poesía. “Después de la muerte
–escribe–, y del treno, el planto y el sollozo, permanece en los sentidos y la memoria la poesía, esa que crea el gran autor anónimo que es el tiempo enamorado de las obras de la eternidad”. De acuerdo. Habría que entender estas extrañas palabras proferidas por un pesimista dentro de su contexto, pero todo indica, y aquí es donde sufrimos una sorpresiva decepción, que un “rayito” de esperanza vislumbrado por el poeta permite sospechar que, después de todo, se puede lograr un sentido depurado de la vida: “No para siempre venimos al mundo, pero nuestra voz, si es tocada por el espíritu, perdura aquí porque evoca el Otro Mundo...” Hay, a mi parecer, un planteamiento que pone en tela de juicio la misma razón de la existencia del libro, y que nada tiene que ver con las aspiraciones vacuas de la editorial: ¿acaso no son semejantes las incertidumbres cosmogónicas que han dejado por escrito ya otros autores de una u otra forma, como por ejemplo, en Dialéctica de la soledad de Octavio Paz, Antes del fin de Ernesto Sábato, Breviario de podredumbre de Ciorán, El espectador de Ortega y Gasset o el Diccionario del diablo de Ambrose Bierce, por citar sólo unos cuantos? Como escritor hay una terrible necesidad de dejar constancia física (los libros) de permanencia que registre, entre otras nimiedades, lo que pensamos, sentimos o creemos... caudal híbrido, fermentación del ego, y en última instancia, la sombra de la duda permanece y la duda incluso de toda historia reflexiva y concebible: “Lo que me repugna de la historia –escribió con extremo delirante un personaje–, es pensar que, como suele decirse, lo que vemos hoy será historia algún día... No deberíamos hacer caso alguno de lo que ocurre, de lo que sucede, y no poder lograrlo evidencia cierto trastorno. Pero si nos armamos de desprecio, ¿cómo poner ánimo en algo?” Por el contrario, Jorge Pech intenta persuadirnos que la poesía es una especie de escalera al Verbo, que no habremos pasado desapercibidos por la Vida o por la Historia. El aguarrás del tiempo termina por devorarlo todo. Aunque, me alegra, y lo digo con honestidad, el espejismo del escritor yucateco: “El cielo llano de invierno, su rigorosa mengua de árboles y pájaros (algo de profético tienen estas palabras), puede alumbrar un camino fuera de la iniquidad...”
Por último, refutando un epígrafe que viene en el original separador que incluye el libro, que dice: Que en tiempos de penuria aun haya quien se dirija a la poesía es señal de esperanza... ¿a la poesía de quién se refiere? Imaginemos que un chiflado con crisis existencial –en estado de penuria pues–, buscando aquella “esperanza” se tope con la poesía de Araceli Mancilla en Los instantes de la llama, uno de los próximos libros a imprimirse. Vergüenza ajena ¿qué aliento podría insuflarnos una seudo escritura? Si el caso es buscar en verdad una esperanza dirijámonos entonces no a un libro de poesía como tal sino a una lectura capital como la Biblia. ¿Pudiera un escritorcito por demoníaco, epicúreo, gnóstico, cínico o lo que fuera, contradecir con argumentos no viscerales tal expectativa?

*”Sper-mo-lo-gos; término griego que aplica a un ave recolectora de semillas, pero, según una fuente, “la palabra también transmite la idea de alguien que recoge porciones sobrantes de conocimiento y las repite sin ningún orden o método”. No es el caso propiamente de Pech, bueno, por lo menos no en el último punto.

Dos versiones espasmodicas y una cantata sobre la nueva pintura oaxaqueña

Dos versiones espasmódicas y una cantata sobre
la nueva pintura oaxaqueña


Edgar Saavedra
Santa Rosa de Lima, Tututepéc, costa oaxaqueña. 38°c bajo sombra. Con un calor que avizora la rabia, apenas soportable por el ditirambo alcohólico, me dispongo al ejercicio vacuo de ensayar sobre la pintura actual oaxaqueña... con los vientos en contra. Aquí la sangre se trasporta a la velocidad de la calma; humedad y aguada sin guaguancó ni salario. El demonio de la prisa me persigue y llego a ninguna parte.

Los críticos
Escribir, o conjeturar, sobre la plástica local sin duda tiene sus riesgos. Recuérdese el caso de Blas Galindo cuando la maldición del difunto R.Morales lo alcanzó; éste había hecho alguna crítica más o menos severa sobre este personaje cuasi sagrado. Al poco tiempo terminó en los separos de la policía preventiva, y al otro en la nota roja. Se fue.
El buen discípulo Enrique Franco que en cierto momento pensó iniciar una nueva ola crítica a través de una revista –ahora truncada—5 o y los textos de catálogo por pedido, se vio empañada por una desgracia ridícula de “el corazón es más traicionero que cualquier otra cosa”. Ahora, desde lejos escribe notitas sentimentales sobre algunos pintores sonámbulos.
Fernando Gálvez puso sus barbas a remojar y finalmente terminó renunciado el puesto de adulador profesional del ogro protoplasmático. A Gálvez los pintores lo rechazan de facto por considerarlo carente de honradez intelectual, es decir, de la “disposición para verificar lo que uno cree que es cierto”. Dicho en criollo: Fer escribe según sus impresiones emocionales entintadas de crítica, ahora le gusta un pintor, mañana lo contradice y denosta. Ha pretendido polémica sólo en contra de entidades no sujetas a F. Toledo. La impostura cuando no es demoníaca termina desinflándose. Hay que ver, por mera ociosidad, a qué se dedicará ahora esta sombra desprendida, aunque todo indica un cumplimiento proverbial: “El perro ha vuelto a su propio vómito, y la cerda bañada a revolcarse en el fango”.
A estos tres los escogí al azar, pero hay muchos escritores que han desfilado en Oaxaca con diferentes criterios y perspectivas aunque siempre ha predominado la farseta. Desde que el racionalista R. Valerio escribió Atardecer en la maquiladora de utopías, una recopilación de ensayos sobre las artes plásticas en la entidad, poco ha cambiado. Ahí decía --en 1997-- que persistía “el predominio del elogio sobre la reflexión, de la biografía sobre el acercamiento a las obras, de la pintura sobre la escultura, del “fundamentalismo fantástico” sobre la experimentación y cualquier realismo no mágico”. Del fuego que encendió sólo quedan briznas; algunos se preocuparon más en la forma que en el fondo de sus argumentos, y como la envidia es con dientes filosos y amarillos los colegas ignoraron el verdadero quid anteponiendo su propia escritura de náufragos. Con esta actitud apática, exquisita e indiferente se perdido terreno en el seguimiento histórico de la pintura oaxaqueña. Las preguntas de Roberto siguen en pie: ¿Qué es Oaxaca en la plástica mundial? ¿Una retaguardia que espera el colapso de vanguardias y trasvanguardias para convertirse, por arte de magia y sin mayor esfuerzo, en recontrapostneovanguardia?. Desde adentro nadie quiere ni tiene la capacidad de responder. Los de afuera se amontonan por seguir construyendo percepciones sesgadas y subjetivas, en ocasiones escupiendo al plato donde les dan de comer. El resultado es un inquebrantable círculo vicioso. A los pintores no les conviene la crítica, por lo tanto, no la promueven; los escritores están fuera de contexto, y la galerías imponen sus criterios comerciales sobre los de valor. El público es apenas una abstracción menor.

Las galerías
¿Cuál es la función de una galería de arte? Los criterios varían pero en términos genéricos su objetivo es la promoción integral de autores y su obra, desde los excelentes trabajos que provienen de artistas artesanos (rebajados por la psicología del mercado) hasta las obras de la preponderante y tradicional pintura y sus variantes.* Las causas son diversas y complejas, pero muchas galerías han nacido y desaparecido en Oaxaca. Algunos proyectos han sido nobles, otros, desmesurados y desubicados de el tiempo y espacio oaxaqueño. Nuestra concepción retorcida de la contemporaneidad nos vuelve niebla. El tiempo, como un perpetuo fenómeno dinámico, es trasgredido por la visceralidad y los tópicos arcaicos. No es máscara paciana sino un antifaz de chauvinismo antropológico.
Las galerías, como los museos de la ciudad, están condicionados cuando menos por el interés político o comercial folclórico. El Museo de los Pintores Oaxaqueños o el Museo de Arte Contemporáneo, por ejemplo, están dominados por ventrílocuos oficiales y nepotismos de la clase artística prominente. El grupismo influye en la toma de decisiones y dicta las propuestas descerebradas del mantra oaxaqueño. Los mismos de siempre, aun con pequeñas infiltraciones, son siempre los mismos, que hacen lo mismo de siempre.
Un poco más dignas son las galerías independientes --incluyendo las fundaciones culturales que al registrarse bajo este concepto hacendario les permite pagar menos impuestos--. Para el coleccionista adquisitivo vale la pena Arte Mexicano, Punto y línea, Arte de Oaxaca, DM Arte Contemporáneo, Galería Quetzalli (a pesar de su confabulación de brujas), entre otras pocas. Por curiosidad morbosa hay que asomarse al IAGO (con su nueva modalidad de mingitorio público; la meadilla: cinco pesos, y sus guardias están entrenados para detectar cualquier mentira).
En general los galeristas son unos avaros que se van a ir al infierno; a veces, en detrimento de los creadores contradicen los precios o desmeritan a alguien con el afán de acaparar al cliente. Algunos se quedan con el 40, 50 y hasta el 60% de la venta de la obra. Padecen en su mayoría del síndrome del “analfabeta funcional”, aquel que sabe leer pero no indaga ni promueve y miente. La mentira como salvoconducto atípico para llegar a la culminación remuneradora. El aficionado de arte le entra al juego de lolo y le corresponde asombrarse por lo mágico manifiesto y la referencia curricular. “Este pintor vivió en Europa y expuso en un cafetín cosmopolita... es cotizable”. El marchante de arte es capaz de encargar los temas al pintor (por ejemplo, en los tiempos de bonanza La Mano Mágica trabajaba con F. Morales por pedido para satisfacer los gustos torcidos de los gringos que querían virgencitas bucólicas cabalgando sobre mulas... ¿o eran naguales?). No hay mucha preocupación por generar un movimiento interactivo que contemple las preocupaciones cientificistas y socioculturales de Juan Acha --por decir algo--, y que dentro de la informalidad aparente del mercado artístico encontremos núcleos argumentales que permitan el razonamiento y el vuelo total de los sentidos. Proveer al lector, espectador o consumidor, decía este viejo vidente, de los elementos necesarios para aprender a percibir, interpretar y valorar por sí mismo la obra de arte; reflejar la realidad estética y artística de nuestro tiempo. Palabras, palabras, palabras... Lo que queda claro es que las galerías no van mover un solo dedo por la instrucción colectiva. La chingada madre de todos los espejismos nos domina gozosos. Los hijos de la Malinche condenados de antemano.
*Tomado del artículo: Galería DM /Arte Contemporáneo —Cambio de sitio— / El Heraldo de Oaxaca.
Los pintores
Hoy hay que pintar para vender; mañana, pintaremos para los museos, le decía Fernando Andriacci a un colega. Y no deja de tener sus razones. El mejor éxito no es el ideal sino el posible. Vivimos los tiempos de la gratificación inmediata, y si el XX fue el siglo de la acción este será el del “bajo sumidero de disolución”. O el de la proyección patética. Pronto los pintores de Oaxaca ya no significarán nada. O sí, como vestigio simiesco. Conglomerado disperso que se repudia, muerde y rechaza y ramifica y teoriza y sobrevive. Y se levanta de las cenizas con el ascua en el culo. Si todos somos indios somos también todos pintores. Ven y pinta, pinta y vive, será el lema universal de esta ciudad empantanada. Hay pintores por todas partes, debajo de las piedras, en todas las cantinas, los hay chupando el tubo benefactor del patriarca; los hay francos maricones (que por extraño que parezca no exigen sus derechos); los hay oficiales y perplejos, trogloditas, camaleones. Greñudos y arrugados. Mentirosos, poderosos, de caché. Hay pintores hoteleros fetichistas, masoquistas, copiones y tragones de aguarrás. Pintores, pintorcitos, pintorzuelos, pastorelas las grosellas ellas no son ellas las chiquillas d’Avignon. Pintorotes los torotes mamotretos de cajón. Mis cojones son grandotes son redondos de altavoz. Caballetes mis retretes yo te pinto sin querer. Pinto, pinto, pinto, pito, pito, pito, pito, pinto, pito, pinto qué me ves. Tinto quiero tinta quiero gárgaras hacer, boca abajo yo me pongo mescalito pa’ beber. Pinta, pinta, pinta, pinta, pinta o morirás, pintapintapintapintapitapita.... Desde Europa ya sin ropa yo me vine a vivir no dormir a vivir a inquirir. Ya en Oaxaca me hice caca y la flaca y la resaca y la putilla del rubor helado no me dieron de comer. Pinta, pinta, pinta, pinta, pinta o morirás, pinta y vende vende y pinta yo soy yo yo-soyoyo-yoso-yoso-yo-yo-yo-yo-yo. Pinta, pinta, pinta, pinta, pinta o morirás, pintapintapintapintapintapinta, ppprrr, rrrrrrr, tatatatatatatatata. TA!

Entrecruzamientos

Entrecruzamientos I, II y III de Leonardo da Jandra
El pervertido
(Sinopsis de un utópico en potenciación)

“Sigo en la misma lucha: la potenciación de la búsqueda
de la superconciencia” Leonardo da Jandra

Edgar Saavedra

Oaxaca, Oaxaca.- Teniendo al Centro Cultural Santo Domingo como sede para la presentación de las reediciones de la trilogía Entrecruzamientos (Almadía) de Leonardo da Jandra y de Protagonistas de la Literatura Mexicana (Alfaguara) de Emmanuel Carballo, el pasado 2 de julio, los autores elogiaron recíprocamente sus obras.

I. Emmanuel Carballo habla sobre Entrecruzamientos I, II y III de Leonardo da Jandra:
Bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla...

II. Leonardo da Jandra habla sobre Protagonistas de la literatura mexicana de Emmanuel Carballo:
Mmnsñus kjlc woc, qclñcpo ckjahlukwfw ,mfñkwjf donñcn oidow oijd, mnñf nñij ñsjfr, jiipi, mdm nshsyepa kdjfnb dnduak dfghev berbdt dark ndstysuzio abhdhf rmnj djdy yñoño anolkjc lodox dusow uyha diys siy sulc id wei imbe cil ton hto idihhota, patanh, dkasu d mahmon...

III. El chamán de Cacaluta. Profiriendo un axioma sacerdotal (no se dude que pronto funde una religión) el escritor Leonardo da Jandra dijo: “la crítica tiene como objetivo desembozar la mentira”. Y matizando estas ideas sentenció junto a Emmanuel Carballo que sólo puede criticarse (en el oficio literario) cuando se conoce a cabalidad la obra de un autor. ¡Cuando se le ha leído todo! Cierto que parece un exceso hedonista, pero habría que leer entre líneas para “desembozar” alguna intención de defensa psicológica.
Para leer toda la obra de un autor hay que estar un poco trastornado, digamos, como el viejo Carballo que ha dispuesto todo su tiempo para escribir la historia de los otros. Alguien lo tiene que hacer, sí, como limpiar retretes, alguien tiene que hacerlo, todo consiste en el aura relativa, en los criterios de valor. Así, Carballo se instaló en la longevidad, con la diferencia que sólo ha escrito en beneficio de unos cuantos, mientras que el retretero baila un tango para todos.

En mi opinión el caso de da Jandra es de un patetismo diferente. Ha invertido su vida en realizar su utopía: “la experiencia mínima de pareja, la renuncia a todas las sofisticadas tentaciones del mundo moderno y la entrega sin condiciones a la creación”. Ubicado en su neo utopía se piensa ambivalente: mitad primitivo, mitad escritor filósofo. Esta postura entre lo arcaico y lo kitch, se podría estudiar a partir de parámetros de la antropología psicosomática, pero esta seudo ciencia todavía no existe. Da Jandra el utópico no vive, sin embargo, como muchos piensan: encaramando en un árbol, ni su esposa se llama Jane, no utiliza una liana para trasladarse, salvo quizás para sus flagelos simbólicos. Hace creer que vive, que es posible vivir, cazando animales salvajes, fumando marihuana libremente (algún tiempo se le acusó de forma menos utópica), fornicando como primate, pastando con Herodes en el jardín de las delicias. Y de la parte más bestia se aviva su alteralidad: la del filósofo escritor, de uno que cambia el perol de sangre por la bonanza del reconocimiento.

IV. El pervertido. “Yo creo que los escritores tienen el derecho de engañarse”. L.da J.
Como es típico en los círculos humanos (este artículo es prueba fehaciente de ello) una misión ordinaria es la de denostar y desacreditar a los otros. Para el Zopilote de Samahua no hay duda que así debe ser, por eso, aunque tengan algunos méritos, personajes como Evodio Escalante, Daniel Sada o Jorge Volpi, no dejan de representar el estancamiento de la literatura mexicana; da Jandra no perdió la oportunidad de decir ésto cuando Carballo le preguntó con qué generación se identificaba. Leo le dio a entender que es un inubicable generacional, es decir, un ser especial, un hiperbóreo, un maldito yo. Antípoda de cualquier prole, un utópico: vive persiguiendo loros, tejones y venados... aunque, a diferencia de los animales, copula pero no se reproduce. Y se siente perseguido –el perseguidor—por Fonatur.

V. Algunas deducciones. Su perversión no es de índole sexual, como les hubiera encantado a los descifradores de enigmas utilizando el texto de Aires de familia, donde narra la convivencia jerárquica, aguerrida y sexual de un grupo de animales, uno de ellos pensante, precisamente el narrador de la historia. Su perversión no tiene que ver con una transigencia moral específica. Por lo tanto, su perversión es cínica. No a la manera de Diógenes el perro celestial, sino de aquel que se mete de forma grotesca en la fila: “El surgimiento de Almadía [la editorial] se ha convertido en un gran aliciente para sacar todos mis libros de las editoriales grandes y hacerlos más accesibles”(El Imparcial, 7-07-05/Entrevista con Askari Mateos). “Todos mis libros”. Da Jandra hijo de Onán; hijo de Simón.
A sus amigos le gusta mencionar que Leo evoca una vida de columpio entre Galicia, Chiapas y Oaxaca. Aunque tal parece que lo domina el perfil gallego, de esos que dicen que “la mujer es una fiera doméstica, lujuriosa y pecadora de nacimiento, a quien hay que someter con el palo y conducir con el ‘freno de la religión’”. Él, con un dejo de menosprecio menciona: “uno no elige dónde nacer sino dónde vivir”. Y eligió la selva huatulqueña. Desde ahí escribe sus novelas circunscritas a extraños anacronismos donde, según el viejo lobo Carballo, a los personajes les gusta establecer diálogos platónicos. Pero mejor que las novelas de da Jandra son sus ensayos —a los que poco se refirió aquel— que vislumbran las extravagancias de un pensamiento que urdimbra con retazos y ‘delirio metafísico’ una ambición por construir la hipótesis de la NADA y sus causas. Leo llega a la cúspide de su pensamiento filosófico político con el libro Presentáneos, Pretéritos y Pósteros. Obra donde las citas son piezas de un intenso rompecabezas que en otra época hubiera movido al ser contestatario que los clasemedieros pasados por la universidad llevaban dentro. Libro extemporáneo, pues, que entierra sus colmillos en la arenas de Tongolunda.
En La Hispanidad: fiesta y rito, se dispone a quitarnos el complejo milenario de identidad para descifrar con soberbia teocrática quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos.
¿Y sus novelas? De manera personal no se me antoja leerlas. Es muy simple: no tengo tiempo. Si, como él dice, “Entrecruzamientos es la única obra en la literatura que sigue cambiando vidas”, no quiero leerlo. Lo veo en el estante como un mamotreto indigesto, y no dejo de pensar en el energúmeno gnóstico que lo escribió. No concibo a un autor que levante él mismo un sitio a su obra. Prefiero leerlo con nostalgia cuando su autor haya muerto. ¿Qué no debe nadie, según sus dictados, separar la obra de su autor? ¿A que actitud maniática se refiere Leo? Sus libros se han contaminado con el balbuceo de Narciso. El condicionamiento pueril al que se refiere desdeña toda posibilidad de una imparcial lectura. El sabe que es una falacia, salvo para los desenterradores de cadáveres, como Carballo, y cuando todo haya terminado, Carballo será como él, perro muerto sin historia. Una cosa es filosofar sobre naderías grandiosas y otra, una lectura sujeta a la sombra inmoral del autor.
Para da Jandra, a pesar de que vivimos en el tiempo más aciago de la historia de la humanidad, empieza una época de renacimiento. Como escribió cierto autor rumano: “el ser idealmente verídico —sigue siendo lícito imaginarlo—sería aquel que en ningún momento buscaría refugio en el eufemismo”. No obstante en da Jandra es lógico esperar estos desenlaces, es el utópico, el que se alimenta de raíces mientras lee a Kipling; que persigue a Bambi metamorfoseada en filósofos preferidos. Toda utopía en vías de realización se parece a un sueño cínico.